martes, 17 de mayo de 2011

Loa a España.

¡Oh España, madre sagrada y siempre feliz de príncipes y de pueblos! Eres la más hermosa de todas las tierras, habitadas y por habitar, desde Occidente hasta las Indias. Con todo derecho eres ahora la reina de todas las provincias, luminaria de la que se benefician tanto el Oriente como el Ocaso. Tú eres el encanto y el ornamento de todo el orbe, la parte más ilustre de la tierra, en la que se regocija sobremanera y florece espléndidamente la gloriosa fecundidad del pueblo godo.

Con gran indulgencia, aunque merecidamente, te enriqueció la naturaleza con notable abundancia de todo tipo de bienes. Eres rica en frutos, copiosa en uvas, alegre en cosechas; te vistes de mieses, los olivos te ofrecen sus sombras, y las vides te sirven como vestido. Tus campos están llenos de flores, tus montes te hacen frondosa, y tus costas abundan en peces. Estás situada en la zona más agradable del mundo; gracias a ello, ni te abrasa el ardor del sol tropical, ni te agarrota el rigor de los hielos glaciales, sino que abrazada por la zona más templada del cielo, te nutres de felices céfiros. Porque, efectivamente, tú haces posible la fecundidad de los campos, el precioso valor de las minas, y cuanto de hermoso tienen los seres vivientes. Y de ninguna manera tienen por qué minusvalorarte esos ríos a los que ennoblece la merecida fama de sus rebaños.

Superas a Alfeo en caballos y al Clitumno en reses, por más que el sagrado Alfeo pueda entrenar a sus veloces cuadrigas por las pistas para hacerse con las palmas olímpicas, y el Clitumno se dedicara en el pasado a ofrecer en sacrificio enormes novillos en el Capitolio. Gracias a tus abundantísimos pastos, no necesitas ambicionar los prados de Etruria, ni, rebosante de palmas, te admiras ante los bosques de Molorco; tampoco sientes envidia de los carros de Élide en la carrera de tus caballos. Tú eres feracísima gracias a tus caudalosos ríos, los torrentes que arrastran pepitas de oro te visten de color amarillo, posees la fuente que engendra la mejor caballería, y te pertenecen los vellones teñidos de púrpura que brillan igual o más que los colores de Tiro. En ti se encuentra la piedra preciosa que brilla en el sombrío interior de los montes y resplandece casi como el sol.

Además, eres rica en hijos, en piedras preciosas y en púrpura; por otra parte, a tu gran fecundidad deben su existencia numerosos talentos y gobernantes de imperios, eres opulenta para encumbrar príncipes y feliz a la hora de parirlos. Con razón te deseó desde siempre la áurea Roma, cabeza de los pueblos; y, aunque el romano terminara un día poseyéndote gracias a su Romúlea fortaleza, al final el floreciente pueblo godo, tras numerosas victorias por todo el orbe, te robó el corazón y te amó, y goza ahora de ti con segura felicidad entre la pompa regia y el esplendor del imperio.


San Isidoro. Siglo VI

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